Cada vez son más los lugares que eliminan las barreras legales del cannabis, ya sea para uso recreativo o con fines medicinales. Con la disminución de la represión, el desarrollo de mercados como el del CBD y ante una sociedad que se abre poco a poco, la industria del cannabis necesita conseguir una mayor producción para hacer frente a la demanda del consumidor.
Pero incluso mientras la industria legal está en auge, el mercado negro persiste con precios competitivos y beneficiándose de prácticas poco éticas e insostenibles. Por desgracia, esta creciente expansión de los cultivos de cannabis y granjas de marihuana puede traer consigo graves consecuencias ambientales que están pasando factura al planeta.
A medida que en más lugares se establecen requisitos para el cultivo de marihuana, el cultivo en interior (en lugar de en invernadero o al aire libre) se ha convertido en la opción que la mayoría de los cultivadores se ven obligados a escoger debido a estos mismos requisitos. Mientras el cultivo de interior tiene varios beneficios como podrían ser mayor seguridad y control del clima, hay muchos obstáculos políticos que hacen que los cultivadores no se decidan por el cultivo de exterior o en invernaderos.
Sin embargo, el cultivo en interior es más dañino para el medio ambiente que el cultivo en exterior o en invernaderos, debido a la gran cantidad de electricidad que utiliza, que a su vez contribuye a las emisiones de carbono.
Un reciente estudio (en inglés) realizado por investigadores de la Universidad Estatal de Colorado muestra que el cultivo de cannabis en interior en EE.UU., según su ubicación, produce emisiones de gases de efecto invernadero durante el ciclo de vida de la planta de entre 2.283 y 5.184 kilogramos de CO2 por kilogramo de flor seca. En comparación, un año conduciendo un automóvil que quema 2.000 litros de gasolina libera aproximadamente 4.600 kilogramos (en inglés) de emisiones de dióxido de carbono. Se calcula que cultivar 28 g de cannabis es lo mismo que quemar 60 litros de gasolina en Hawái, por ejemplo.
Estas enormes emisiones se atribuyen en gran medida al uso de electricidad para la climatización en interiores, a la iluminación de alta intensidad, la extracción para ventilación o al suministro de dióxido de carbono para el crecimiento acelerado. En suma, la producción en interiores es uno de los procesos más intensivos en energía que existen.
Si bien cultivar marihuana en exterior es naturalmente más eficiente desde el punto de vista energético (después de todo, no es necesario que te conectes al sol), las granjas de cannabis también tienen un tipo diferente de impacto ambiental.
Preparar una parcela de tierra puede significar talar bosques, desviar ríos y desestabilizar ecosistemas enteros. Sin ningún tipo de regulación, los cultivadores ilegales a menudo usan pesticidas y otros productos químicos prohibidos para proteger sus cultivos de las plagas de la marihuana más comunes, lo que puede tener consecuencias devastadoras tanto para la vida silvestre cercana como para el consumidor final.
También es problemático para los ecosistemas acuáticos, ya que se corre el riesgo de envenenar las vías fluviales con escorrentías químicas. El agua de escorrentía que sale de las plantas contiene compuestos nutritivos que dañan el medio ambiente, independientemente de que sean productos nutritivos “orgánicos” o “naturales”. Es más, los cultivadores a menudo desvían el agua de los arroyos para regar sus plantas, lo que amenaza tanto a las poblaciones de peces locales como a las reservas hídricas de la zona.
Y es que el cannabis es una planta que requiere mucha agua. Algunas estimaciones indican que una planta individual adulta en maceta puede requerir hasta 20 litros de agua por día en verano, 7 litros más de lo que se necesita para limpiar una carga en un lavavajillas de bajo consumo.
Por tanto, es necesario ayudar a los cultivadores a desarrollar métodos de cultivo de cannabis más sostenibles con la naturaleza. Aquí van algunas ideas:
Puede que no sea el método ideal para algunos debido al clima en el que viven, pero eso no significa que no se pueda hacer. Solo implica un pequeño cambio de perspectiva, como pensar en un sistema mixto exterior-invernadero en países con climas menos favorables.
Casi todos los equipos eléctricos vienen con un etiquetado muy claro sobre el consumo de energía y la eficiencia. Presta atención a estas etiquetas. Elige una iluminación que no consuma tanta energía, como las luces LED, que además producen menos calor.
Hay muchos productos a la venta bajo la denominación de pesticidas o fungicidas que NO son seguros para ser usados en marihuana. No solo son peligrosos para el consumidor, pero también son peligrosos para el entorno natural. Estudia y se consciente de qué productos son seguros y cuáles son peligrosos.
Recuerda que “químico” no significa “peligroso”. Muchas compañías y equipos de marketing intentaran asustarte para que compres productos que son “mejores” o “más seguros”. El agua es un químico. De hecho, todo lo que existe es una combinación de químicos.
Marcas que usan palabras de moda como “orgánico” o “natural” para poder vender sus productos como más seguros, más sanos o más ecológicos se aprovechan del ingenuo consumidor. Muchos productos certificados como “orgánicos” han sido probados ser más dañinos para el medio ambiente que los productos convencionales.
Es un error común de los cultivadores principiantes, regar en exceso sus plantas de cannabis. También se pueden tomar medidas a nivel personal e industrial para que las plantas no pierdan agua por evaporación.
El compostaje es lo mejor que puedes hacer por tu cultivo. No solo significa que puedes “reciclar” casi todos los desechos orgánicos que produce tu cocina, sino que es el mejor fertilizante que podrías darles a tus plantas.
¿Existe alguna marca que fabrique sus productos de una manera más ecológica que otra? ¿Hay alguna forma de obtener tierra de buena calidad que no venga en una bolsa de plástico? ¡Busca siempre la alternativa ecológica antes de tomar decisiones!
Todo lo que usas en tu cultivo de cannabis es un recurso que viene de otra parte. Ser consciente de eso es la forma más importante de ser ecológico. Cualquier producto que uses perjudica, de alguna manera, el medio ambiente. Cada gota de agua que usas es parte de nuestro recurso más valioso.
La cuestión de si la prohibición del cannabis está perjudicando el planeta, al permitir que los cultivadores utilicen técnicas de cultivo dañinas, es algo que se deberá considerar a medida que avanza el debate sobre la legalización.
El mercado ha crecido de manera constante durante los últimos 30 años, pero en los últimos 5 años han cambiado muchas cosas, ya que varios países de todo el mundo se están abriendo de alguna manera a la marihuana.
Y si no cambian las cosas, preocupa que la legalización no ayude en nada a la crisis ambiental que está sufriendo el planeta. Sin embargo, la legalización junto con una política ambiental adecuada tiene el potencial de ser buena para nuestro medio ambiente.
Pero, ¿será la industria del cannabis sostenible en el futuro? Tres actores darán la respuesta a esa pregunta: cultivadores, regulaciones gubernamentales y consumidores.
Si bien las regulaciones podrían fomentar prácticas más sostenibles, los legisladores deberían diseñar políticas teniendo en cuenta a los cultivadores de cannabis. Y no debemos descartar el papel que juega la demanda de los consumidores, que implicaría comprar a productores con bajas emisiones, aunque esa opción aún no sea una realidad.
Existen técnicas que pueden emplearse para mejorar la huella de carbono, como es la agricultura de secano, una agricultura que depende especialmente del uso eficiente de las precipitaciones en lugares con condiciones semiáridas. Es mejor para el medio ambiente porque no agota las valiosas reservas de agua en regiones donde el agua es escasa, especialmente durante una sequía.
Usar plantas complementarias en policultivo también es otra opción que evita la necesidad de pesticidas, ya que algunas especies vegetales repelen naturalmente los insectos que se comen a la planta compañera, así como permiten atraer a otros insectos beneficiosos.
Además, para mantener vivo el suelo entre temporadas, se puede utilizar cultivos de cobertura o de rotación, lombricultura o dejar la tierra sin labranza durante algún periodo de tiempo: reponen el suelo con nutrientes y evitan su erosión para cuando sea el momento de plantar de nuevo.
Las prácticas agrícolas pueden ser duras para el medio ambiente, despojando el suelo de sus nutrientes naturales, reduciendo la retención de agua, destruyendo ecosistemas simbióticos e inhibiendo el crecimiento de las plantas después de años de agricultura forzada. Por eso la agricultura regenerativa se centra en mantener y mejorar la calidad del terreno, la biodiversidad y el rendimiento de los cultivos a través de métodos sostenibles.
Como cultivadores, tenemos la responsabilidad de cuidar la tierra para garantizar que sea fértil y saludable en el futuro. Si cuidamos la tierra, cuidamos nuestras plantas.