Cultivar tu propio cannabis es una aventura muy gratificante que no tiene por qué ser difícil. Además, tiene muchas ventajas, ya que sabrás exactamente lo que consumes, serás autosuficiente y tendrás siempre marihuana a mano sin gastar un montón de dinero.
También es un hobby tremendamente divertido que te permite aprender, experimentar y reconectar con la naturaleza, convirtiéndose a la postre en un proceso de crecimiento personal.
Y sobre todo, cultivando tu propio cannabis podrás formar parte de esta nueva revolución en que se ha convertido el mundo de la marihuana, siendo integrante de un movimiento que lucha por eliminar el estigma de esta planta tras décadas de prohibición.
Pero antes de empezar con un cultivo, es necesario que tengas en cuenta una serie de cosas.
El cannabis es una especie vegetal con flores que pueden ser masculinas o femeninas. En su ecosistema, las plantas masculinas polinizan a las femeninas para perpetuar su estirpe mediante la producción de semillas. Sin embargo, la mayoría de los cultivadores mantienen a sus hembras sin polinizar para producir cogollos para el consumo que no tengan semillas.
Existen tres familias principales de cannabis que varían en morfología y efectos: indica, sativa y ruderalis, además de híbridos que proceden de la combinación de ellas.
Las indica y sativa son plantas con fotoperiodo, es decir florecen según la cantidad de luz disponible. Las plantas ruderalis florecen independientemente del fotoperiodo y lo hacen en función de su tiempo de crecimiento.
En la naturaleza, las plantas de cannabis nacen, crecen y mueren anualmente, comenzando su ciclo en primavera y alcanzando su pico de maduración en otoño. Aunque la duración del ciclo de vida puede variar mucho en función de su genética.
Elegir el mejor espacio es una parte esencial del cultivo de cannabis. Y tienes 3 opciones: en interiores, al aire libre o una mezcla de ambas, como puede ser en invernaderos.
Cultivar en exterior te permite aprovechar la energía natural del sol, pero no tienes control sobre el clima. Además, es probable que estos cultivos sean menos discretos, lo que puede ser problemático en lugares donde el cannabis es ilegal.
El cultivo en interior, sobre todo, te permite ajustar distintos parámetros (como la temperatura, la humedad o la iluminación) para que las plantas se desarrollen de una manera más optimizada. Sin embargo, tiene un mayor coste pues es necesario invertir en electricidad y en el equipo necesario.
Cultivar en exterior te permite aprovechar la energía natural del sol, pero no tienes control sobre el clima. Además, es probable que estos cultivos sean menos discretos, lo que puede ser problemático en lugares donde el cannabis es ilegal.
Existen muchísimas variedades de cannabis, por lo que es necesario elegir la que mejor se adapte a tus circunstancias.
Recuerda siempre elegir semillas con buena genética, pues las plantas son más resistentes, se obtienen mejores cosechas y producen cogollos más potentes. Además, puedes comprar semillas feminizadas, que a diferencia de las semillas regulares no producen plantas masculinas.
Un cultivo de feminizadas suele tardar entre 4 y 7 meses desde la germinación hasta la cosecha, aunque algunas se pueden ir hasta los 10 meses. Las plantas autoflorecientes te darán una cosecha más rápida, tan pronto como 10 semanas después de la germinación.
Las variedades consideradas ‘rápidas’, al ser cruces de plantas feminizadas con autoflorecientes, pueden ahorrarte hasta 2 semanas de cultivo, dado que florecen antes que sus hermanas feminizadas.
El cannabis se puede cultivar de muchas formas y es importante elegir la más adecuada a tus habilidades.
La más común es sobre un sustrato, como puede ser la tierra. Si esta tierra no tiene la suficiente capacidad nutritiva, es necesario añadir fertilizantes a través de soluciones de nutrientes o elaborar tú mismo abonos naturales como el compost.
Algunos cultivadores pueden optar por cultivar sus plantas en medios distintos, como fibra de coco, bolas de arcilla, agua, SCROG, o incluso aire nebulizado, que se denominan métodos hidropónicos. Aunque generalmente se aconseja a los cultivadores principiantes que comiencen con métodos basados en tierra por su mayor simplicidad.
El cannabis se puede cultivar de muchas formas y es importante elegir la más adecuada a tus habilidades.
Darle a una planta la cantidad adecuada de agua dependerá de varios factores, como su tamaño, la temperatura exterior o la etapa de crecimiento.
No existe una ciencia exacta para regar; pero un error común es hacerlo en exceso, ya que las raíces absorben oxígeno a medida que el sustrato se seca y cuando está demasiado húmedo, la planta esencialmente no puede “respirar”.
Cuando una planta adolece de falta de riego, se ve caída y débil, con hojas amarillas o marrones. Pero una planta con exceso de agua se ve similar, excepto que las hojas son de color verde oscuro y las puntas de las hojas se curvan.
Para determinar si una planta necesita riego, basta con introducir un dedo un par de centímetros en la tierra. Si está seca, es hora de regar. También puedes sujetar la maceta y sentir su peso. Esto requerirá algo de experiencia; asegúrate de levantar las macetas después de regar para tener una idea de lo pesadas que son cuando están llenas de agua.
Si tu cultivo es interior, las luces artificiales sustituirán al sol. Las plantas de cannabis necesitan mucha luz (hasta 18 horas al día), pero también una luz de calidad, por lo que hay que saber elegir entre distintos tipos de lámparas:
El cannabis puede sufrir una gran variedad de plagas y enfermedades. Además, también tiene requisitos de nutrientes, luz y agua para que crezcan fuertes y sanas.
Los 3 nutrientes básicos son nitrógeno, fósforo y potasio (NPK). También pueden beneficiarse de otros micronutrientes como calcio, azufre, magnesio, manganeso, boro, cobre, hierro…
Si no se aplican las proporciones correctas de estos nutrientes se pueden producir deficiencias que incluyen signos como hojas más pálidas, crecimiento atrofiado, hojas rizadas y otras malformaciones. Puede parecer que si alimentas a tu planta con más nutrientes, obtendrá mejores resultados; pero la lección más importante es que generalmente “menos es más”.
Las plagas por su parte incluyen desde distintos tipos de insectos (como pulgones, trips, arañas rojas, moscas blancas, orugas…) hasta una gran variedad de hongos (oídio, botrytis, mildiu, fusarium…). Algunos síntomas son marcas de mordeduras, de succión, hojas retorcidas, manchas/polvo en la superficie vegetal, brotes marrones o tallos más débiles.
Casi todas las plagas pueden ser tratadas con pesticidas y fungicidas, aunque si quieres un cannabis orgánico, lo ideal es el control biológico con insectos beneficiosos (como mariquitas, crisopas o nematodos) que luchen de tú a tú con estos molestos visitantes. Recuerda: los enemigos de mis enemigos son mis amigos.
El cannabis puede sufrir una gran variedad de plagas y enfermedades. Además, también tiene requisitos de nutrientes, luz y agua para que crezcan fuertes y sanas.
Por último, antes de comenzar a cultivar cannabis, hay que estar seguro de saber qué hacer cuando llegue el momento de la cosecha.
Después de meses de espera, es fácil dejarse llevar por las prisas y cosechar las plantas demasiado pronto, por lo que obtendrás una hierba con efectos más energizantes. Los cogollos cosechados más tarde tienen efectos más relajantes o sedantes.
Espera hasta que los cogollos dejen de desarrollar nuevos “pelos” blancos (pistilos): cuando la mayoría de ellos se hayan oscurecido y cuando los cálices hayan engordado, la planta estará lista.
Puedes obtener resultados aún más precisos si observas los tricomas, ya que se vuelven de un blanco lechoso cuando han alcanzado su máxima potencia.
Después de haber cortado los cogollos, deberás secarlos, curarlos y almacenarlos para garantizar un resultado de calidad. Es el final de este emocionante viaje que significa el cultivo de marihuana.